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En recuerdo de Javier Rodríguez Pardo

El pasado viernes 10 de julio dejó de existir en Buenos Aires Javier Rodríguez Pardo. Amigo entrañable de muchos, de los que la vida regala pocas veces. Un luchador inmenso que seguramente con el tiempo la historia podrá dimensionar. Javier era parte de la Coalición Ciudadana Anti-incineración. Dos compañeros de la Coalición escriben en su memoria.

Por Pablo Palicio Lada

Un Quijote de verdad dispuesto a dar su vida contra cualquier injusticia, un gigante que nos enseñó a luchar. Un imprescindible.

Llegó muy joven de España. El «gallego», o el «catalán», como le decían por aquel tiempo, se destacó en el ambiente estudiantil y cultural de Buenos Aires de la década del 60. Fundador del emblemático cine Lorca, estuvo también al frente de salas como Lorraine, dirigiendo sus actividades culturales en la época dorada del cine/arte. Realizó ciclos de cine en diversos medios académicos y fue codirector y profesor de la Escuela Superior de Cinematografía del Instituto Grafotécnico. Fue también autor de críticas y textos cinematográficos, publicando en diarios y revistas especializadas de la época.

Se instaló en Trelew a principio de los ’80 buscando sustento y nueva vida. Formó familia y se dedicó al comercio. Abrazó la causa ambiental desde una mirada social y comprometida con los pueblos. Fue un intelectual fuera de serie. Su palabra atravesó la frontera latinoamericana, innumerables mensajes llegan por estos días de países por donde anduvo dejando surcos y creando esperanzas de cambio por un mundo mejor.

Se definía como un pensador de los pueblos, ajeno a los claustros, afirmaba: «El escritorio está en los valles y en las montañas; las cátedras, en los surcos y caminos de los pueblos saqueados del sur». Su pedagogía era el ejemplo. Maestro de muchos, dejó huella con su palabra o con la acción. Capaz de transmitir con increíble sencillez conceptos complejos que dejaba atónitos, incluso, a hombres de ciencia. Su mensaje lúcido, cargado de metáforas y anécdotas, iba directo al corazón. Detrás estaba el respaldo de años de investigación y estudio. Se había recibido de periodista en 1963 y también había incursionado en la carrera de Filosofía y Letras.

¿Qué estigma pesaría sobre la Patagonia si el proyecto del basurero nuclear de Gastre se hubiese concretado? La lucha contra el repositorio de residuos radioactivos de alta actividad fue una bisagra en la vida de Javier. Fueron veinte años de batalla antinuclear sin claudicaciones. El legado de Gastre es inmenso: decenas de municipios del país declarados «no nucleares», legislaciones que prohíben desechos radioactivos, y la inclusión en la reforma constitucional de la Carta Magna provincial y nacional, de los artículos 110 y 41, respectivamente, prohibiendo el ingreso de residuos radioactivos.

Ya en 1982, con el gobierno de facto en el poder, participó en las primeras movidas ambientales que se conozcan en la zona, impidiendo la matanza de pingüinos que el gobierno del contralmirante Ayerra había decretado. Prima klima, el negociado de los «bonos verdes» -de la condenada funcionaria María Julia Alsogaray- también lo tuvo entre sus opositores. Luego llegaría Esquel y el plebiscito que rechazó el proyecto minero de oro en la cordillera. Javier fue de la primera hora en esa épica socio ambiental. A partir de allí se convertiría en un nómada constructor de asambleas. Fui testigo privilegiado del militante de tiempo completo, dispuesto a partir a cuanto rincón del país donde lo llamaran. Pueblo por el que pasaba, asamblea que se formaba. No hubo mina de uranio que no haya visitado ni montaña que no haya subido. Fundó e impulsó la Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE) y la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC). Trabajó en la redacción de leyes en Córdoba y Chubut. En el Congreso Nacional fue parte de las decisivas jornadas para aprobar la ley de glaciares. Recorrió Latinoamérica y llegó hasta el congreso de Canadá para denunciar ante los parlamentarios los abusos de Barrick Gold. Imposible contar aquí las innumerables actividades que lo tuvieron de protagonista.

Aunque hoy con tristeza te decimos adiós, sabemos que la Patagonia que amaste no te olvidará.

Javier Rodríguez Pardo no murió, estará dando vuelta en la memoria de los pueblos y será semilla fértil para alumbrar nuevos sueños libertarios y colectivos.

Por Silvana Buján

Javier Rodriguez Pardo ha sido y es un referente obligado en las luchas socioambientales latinoamericanas.

Fundador del Movimiento Antinuclear del Chubut, de la RENACE, propulsor de la Unión de Asambleas Ciudadanas, miembro de la Coalición Ciudadana Antiincineración, el ecologismo todo lo recuerda con respeto, admiración y alegría. Alegría porque mostró cómo andar con pasión, coraje y firmeza sin dobleces con los promotores de la muerte y la destrucción, pero a la vez sin perder una ternura enorme, descomunal, para con los compañeros de lucha.

Esa ternura, ese convencimiento, pasión, compañerismo y solidaridad que tienen que ser el motor que nos impulsa. Porque sin esos valores las luchas socioambientales no son posibles. Y hasta carecen de sentido. Porque el objetivo último es cuidar nuestra madre tierra con amor, y él fue un ejemplo de andares en ese sendero.
Lo recordamos entonces en la alegría de haberlo tenido, y de tenerlo por siempre en nuestro corazón.

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